Con el fallecimiento de Federico Mayor Zaragoza, los derechos humanos, la cultura de paz, y el saber científico han perdido a uno de sus principales valedores. En un momento de incertidumbre y de riesgo de retrocesos, figuras como la suya son, más que necesarias, imprescindibles. Pero, al menos, nos deja un inmenso legado sobre el que seguir avanzando. Ha sido una persona multifacética, con muchos aportes en distintos campos, que resulta imposible resumir. Desde aquel Congreso en Yamusukro (Costa de Marfil)[1] en que se comprometió a «forjar una cultura de paz», Federico Mayor Zaragoza ha sido un actor clave en promover el tránsito de la cultura de la coerción y la violencia, a la cultura del diálogo y la reconciliación.
He tenido el privilegio de haber compartido una parte de su vida, en su empeño por promover la cultura de paz, la justicia y el respeto de los derechos humanos. Conocí a Federico Mayor Zaragoza en 2000, cuando se disponía a regresar a España tras terminar su mandato como secretario general de UNESCO, y ponía en marcha la Fundación Cultura de Paz para proseguir con esa misma labor. Junto con Mariano Aguirre y el Centro de Investigación para la Paz (CIP) en el que ambos trabajábamos en aquel momento, empezamos una relación de apoyo y asesoría con la nueva Fundación que se fue fortaleciendo con los años. Tras la aprobación de la Ley para una Cultura de Paz[2] impulsada por el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, exploramos con él la posibilidad de crear un gran Centro Internacional de Cultura de Paz. Se hizo un gran encuentro para sentar las bases, que contó con la presencia de grandes personalidades del ámbito multilateral como Boutros Ghali o Mijail Gorbachov. Fue un momento de sueños, emoción e ilusión. Víctima de decisiones políticas de última hora, ese proyecto no tuvo los apoyos necesarios y no prosperó, pero seguimos trabajando juntos.
Su incansable entusiasmo, su optimismo, su inmensa capacidad de trabajo hacían que, estando a su lado, cualquier proyecto pareciera posible. En 2007, de su mano, fundé el Centro de Educación e Investigación para la Paz (CEIPAZ) que empezó su andadura con una estrecha colaboración con la Fundación Cultura de Paz. Durante estos 16 años hemos realizado múltiples actividades, proyectos, eventos y hemos contado con su inestimable apoyo, con su acompañamiento, con su sabiduría y su visión de futuro. Ha sido maestro y amigo y su calidad humana y su cercanía hacían que trabajar a su lado fuera un privilegio. Desde el inicio, apoyó de forma entusiasta el Anuario CEIPAZ sobre Paz y Conflictos, con sus artículos a favor del diálogo, del multilateralismo democrático, alertando sobre la crisis climática y los riesgos del antropoceno, sobre la vulneración de los derechos humanos, sobre la importancia de la educación y sobre la urgencia de actuar: «Si no hay evolución habrá revolución», decía con valentía en los diversos foros y actividades públicas en las que participó. En ellos no dejó de mostrar su preocupación por la educación: «La educación genuina permite pasar de súbditos a ciudadanos, de espectadores impasibles a actores del destino personal y colectivo»[3]. En esa misma línea se situó su Declaración Universal de la Democracia, en la que resalta las responsabilidades intergeneracionales: » La adopción de una Declaración Universal sobre la Democracia, único contexto en el que puede asegurarse el pleno ejercicio de los derechos humanos y cumplir las responsabilidades intergeneracionales[4]«, entre otras muchas lecciones que deja para el futuro.
La creación del Instituto de Derechos Humanos, Democracia, Cultura de Paz y no violencia (DEMOSPAZ) en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) ha sido uno de sus últimos proyectos, en el que puso una enorme ilusión. Acepté feliz el encargo de facilitar la creación de este instituto, con el objetivo de poner en diálogo a la academia con las organizaciones de la sociedad civil. Fueron tiempos de arduo trabajo, pero se logró recabar un amplio apoyo del profesorado y las autoridades académicas de la UAM, lo que permitió que en febrero de 2016 se presentase el Instituto DEMOSPAZ. Fue un momento precioso e ilusionante, y el Instituto comenzó su andadura, con una codirección compartida, con el profesor Carlos Giménez como representante de la UAM y yo misma como en representación de la Fundación Cultura de Paz . Han sido años muy enriquecedores, en los que, guiados por Federico Mayor, hemos llevado a la práctica «el diálogo de saberes», la «transdiciplinariedad», hemos promovido el conocimiento «aplicado», nos hemos posicionado frente a la violación de derechos humanos y a favor de la justicia a través de los numerosas actividades, seminarios, congresos, etc. que hemos realizado.
Federico Mayor Zaragoza ha sido una persona de mirada amplia, abierto a la innovación y el cambio, con un compromiso ético que se ha reflejado en las numerosas acciones a las que ha dedicado su vida. A todas aquellas personas que le hemos acompañado, nos propone formar parte de esa gran «familia humana»: «Somos una sola familia humana y una sola comunidad terrestre con un destino común. Debemos unirnos para crear una sociedad global sostenible fundada en el respeto hacia la naturaleza, los derechos humanos universales, la justicia económica y una cultura de paz»[5].
Una gran alegría haber compartido camino en estos años. Te echaremos de menos. Tu legado hace que sigas siempre presente en el largo camino de la paz. Hasta siempre.
[1] Mayor Zaragoza, Federico (2011). «Balance de un década de Cultura de Paz: retos y desafíos para el futuro» en Anuario CEIPAZ 2010-2011. Madrid: Fundación Cultura de Paz. p. 19
[2] https://fund-culturadepaz.org/wp-content/uploads/2021/02/Ley-27-2005-de-Educacion-y-Cultura-de-Paz.pdf
[3] Mayor Zaragoza, Federico «Supremacismo, autoritarismo y crisis de la democracia» en Anuario CEIPAZ 2018-2019. Madrid: Fundación Cultura de Paz. p.34
[4] Mayor Zaragoza, Federico (2021 ). «Imposibles hoy, posibles mañana. Acciones inaplazables para un adecuado legado intergeneracional», en Anuario CEIPAZ 2020-2021. Madrid: Fundación Cultura de Paz, p.18
[5] Mayor, Federico (2008). «La verdad más incómoda todavía: la gente», en Anuario CEIPAZ 2008-2009. p. 18