A lo largo de esta semana, la ciudadanía madrileña ha asistido entre la sorpresa y la indignación por la decisión del Ayuntamiento de Madrid de borrar el mural feminista del barrio de Ciudad Lineal. Este hecho saltó a los titulares de los grandes medios de comunicación y ocupó el debate político nacional, aún coincidiendo con uno de los peores momentos de la pandemia. Esta polémica no puede analizarse únicamente en clave feminista, sino que el análisis debe ampliarse al debate sobre la agencia y el poder mediático cada vez mayor de la ultraderecha. 

Borrar el mural feminista de Ciudad Lineal es un ataque el feminismo, no hay duda, pero no es el primero, ni el mas grave de los muchos ataques institucionales que ha realizado la ultraderecha con el amparo de sus socios de gobierno. Sin embargo, la sobredimensión que ha adquirido este asunto, es un síntoma que muestra el crecimiento de la ultraderecha en términos de agencia para marcar la agenda política. El mural de Ciudad Lineal es otro ejemplo más, sumado a los ya olvidados “menas”, o a los “ocupas”, de este poder de la ultraderecha para definir la agenda y el debate político en sus términos. La ultraderecha define una agenda en torno al conflicto y la polarización, basada en la mediatización de problemáticas inexistentes pero que resultan muy beneficiosas en términos electorales, ya que les permiten presentarse como la solución a las mismas con discursos simples, pero emocionalmente efectivos. Esta lógica de polarización “ultraderechiza” a otras fuerzas de la derecha tradicional y liberal, generando debates donde la elusión de los mismos conlleva altos costes electorales y trasvase de votos para el resto de fuerzas políticas.   El ejemplo del mural feminista es claro, pese a contar únicamente con cinco concejales en el Ayuntamiento de Madrid, la petición de la ultraderecha ha llegado al ámbito nacional e incluso internacional, haciéndose eco en medios como The Guardian

Pero esta monopolización de la agenda política no puede entenderse sin el papel crucial de los medios de comunicación. La ultraderecha española cuenta con el apoyo de numerosos medios que llevan a cabo una labor casi propagandística, posicionando en la agenda los temas que ésta decide, dando cabida a sus discursos de odio. Esta degradación del periodismo se enmarca en una lógica competitiva, donde la importancia de las redes sociales y los “nuevos” medios digitales va en aumento, desbancando en muchos casos a periódicos y medios tradicionales. En esta lógica de competitividad los medios se suman a las tendencias y discursos de la ultraderecha, que les resulta muy rentable, por formar parte de un debate donde el alcance es mayor.

 La “viralidad” es una de las herramientas más poderosas de la ultraderecha, y su funcionamiento a modo de globo sonda es sencillo: ellos lanzan un mensaje que polariza y obliga a los distintos actores políticos a adoptar una posición a favor o en contra si no quieren perder votos y repercusión mediática; a su vez,  los medios se hacen eco de ello, sumándose cada vez más y más rápido y actuando a modo de altavoz con tal de no perder clicks, visitas y beneficios. El siglo XX y las superestructuras propagandísticas de los partidos quedaron atrás, habiéndose transformado en estrategias virales y juegos de comunicación política. En este nuevo juego la ultraderecha corre con ventaja.

Aunque por el momento el mural de Ciudad Lineal no va a ser borrado, la ultraderecha ya ha conseguido su objetivo: generar un debate y hacer virar la agenda política nacional hacía sus intereses y discursos. Mientras tanto, el alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida ha anunciado la eliminación de la Dirección General de Igualdad, que supone un ataque de muerte a las iniciativas de igualdad que se han llevado a cabo en la ciudad durante más de veinte años y un retroceso en garantizar los derechos de las mujeres. Sin embargo, el eco de esta noticia ha quedado eclipsado por el ruido de todas nuestras miradas fijas en un mural.

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